sábado, 13 de diciembre de 2014

¡Cómo vencer el miedo a la muerte!

 


13 de Diciembre

¡Creyéndole a Dios, creyendo Su Palabra!

Por Riqui Ricón*

Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia. Mas si el vivir en la carne resulta para mí en beneficio de la obra, no sé entonces qué escoger. Porque de ambas cosas estoy puesto en estrecho, teniendo deseo de partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor; pero quedar en la carne es más necesario por causa de vosotros (Fil 1.21-24).

Entre más leas y medites la Biblia, que es la Palabra de Dios, que no miente, te darás cuenta que, efectivamente, el Evangelio son puras buenas noticias. Lo que Jesucristo hizo en la cruz por amor a ti es tan maravilloso que el apóstol Pablo deseaba estar ausente del cuerpo y presente al Señor (2 Co 5.1-10).

Los primeros creyentes descubrieron un secreto maravilloso en el Evangelio de Jesucristo, descubrieron la Verdad acerca del sacrificio de Jesús en relación con sus cuerpos y sus personas: ¡Tú no eres tu cuerpo! ¡Tú eres espíritu!

Dios es Espíritu y tú fuiste creado a la imagen y semejanza de Dios. Así que, ¡Tú no tienes un espíritu sino que eres espíritu, creado, regenerado, para ser conforme a la imagen del Hijo de Dios, Jesucristo!

Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna (Jn 3.16).

¡Todo aquel que en él cree, tiene Vida Eterna! Y qué es la Vida Eterna sino vivir por siempre. Esto significa que el (la) que cree en Jesús como Señor y Salvador de su vida no morirá sino vivirá por siempre.

Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto? Le dijo: Sí, Señor; yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo (Jn 11.25-27).

¡Escrito está! De alguna manera, con Su sacrificio en la cruz y con Su resurrección, Jesús anuló el dominio que la muerte ejercía sobre tu vida.

Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro (Ro 6.23).

La victoria sobre la muerte es un regalo que Dios te da como parte de la Vida Eterna, la Vida Plena y Abundante, que Jesús pagó para que tú fueses hecho(a) un(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo.

Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo, y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre (He 2.14-15).

Con Su muerte en la cruz, Jesús pagó todos tus pecados para que fueras justificado y perdonado; al resucitar entre los muertos, te ofrece una Nueva Naturaleza que no tenías, ni podrías tener: la Vida Eterna de un(a) Hijo(a) de Dios.

Y cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria.  ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria? ya que el aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado, la ley. Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo (1 Co 15.54-57).

Como puedes ver, la victoria sobre la muerte es un hecho real y no una expresión figurativa. Por la Palabra de Honor que Dios tiene, puedes estar completamente seguro(a) que la muerte ya nada tiene en ti.

siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre (1 P 1.23).

Si puedes comprender que tú realmente eres espíritu Nacido de Nuevo, con la naturaleza incorruptible de un(a) Hijo(a) del Rey, la cual sólo te la puede otorgar la Palabra Eterna de Dios, entonces te darás cuenta que no existen dos vidas: una aquí, en la tierra, y otra en el más allá.

Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte (Ro 8.2).

Ahora, tu vida es un continuo en la Eternidad con Dios, tu Padre, y con Jesucristo, tu Salvador. Puedes dejar de temer, ¡la muerte ya no se enseñorea más de ti!

Date cuenta que tu cuerpo tan sólo es un estuche, un traje con el cual tú, que eres espíritu, puedes expresarte y comunicarte en este mundo natural. Tu cuerpo es sólo el traje especial que un bombero necesita para moverse dentro de un incendio; es sólo el traje especial que el astronauta necesita para dar una caminata espacial.

Tu cuerpo sólo es una cáscara muy sofisticada a la cual tú, que eres espíritu, le das vida cuando te encuentras dentro de él.

Aquellos que nos han precedido en ir a la Presencia del Señor no están muertos, simple y sencillamente se mudaron, se cambiaron de plano dejando aquí el estuche, pero siguen siendo los mismos: Hijos de Dios Nacidos de Nuevo.

Por tanto, ya que ellos son de carne y hueso, él también compartió esa naturaleza humana para anular, mediante la muerte, al que tiene el dominio de la muerte —es decir, al diablo—, y librar a todos los que por temor a la muerte estaban sometidos a esclavitud durante toda la vida (He 2.14-15 NVI).

Tú ya no eres más un esclavo del temor a la muerte. ¡Cristo Jesús venció a la muerte en tu lugar! ¡La ley del Espíritu de Vida en Cristo Jesús te ha hecho libre de la ley del pecado y de la muerte!

Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres (Jn 8.31-32).

Conoce la Verdad: ¡Tienes Vida Eterna y nunca morirás! Ahora, sé libre para vivir la Vida Plena y Abundante que Jesucristo compró para ti.

Una vez asegurada tu victoria sobre la muerte puedes dejar de tener miedo y enfocarte en el propósito por el cual aún permaneces en el mundo, pues quedar en la carne es más necesario por causa de los demás.

Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable; vosotros que en otro tiempo no erais pueblo, pero que ahora sois pueblo de Dios; que en otro tiempo no habíais alcanzado misericordia, pero ahora habéis alcanzado misericordia (1 P 2.9-10).

Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios (2 Co 5.20).

Ahora tú eres linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, eres un(a) embajador(a) en el nombre de Cristo para que anuncies las virtudes de aquel que te llamó de las tinieblas a Su luz admirable. Dios, el Espíritu Santo, está en ti y contigo para que les ruegues a los demás que se reconcilien con Dios por medio de Jesucristo.

Porque en otro tiempo erais tinieblas, mas ahora sois luz en el Señor; andad como hijos de luz (porque el fruto del Espíritu es en toda bondad, justicia y verdad), comprobando lo que es agradable al Señor (Efe 5.8-10).

El mundo entero se está cayendo a pedazos y la gente vive llena de angustia y temor mientras que tú eres un Hijo(a) de la Luz y has sido ungido(a) por tu Padre celestial para establecer Su reino de Amor en aquellos y aquellas que aún no lo conocen.

Oremos en voz audible:

Amado padre celestial, es asombroso el Amor con que me has amado, que siendo yo como había sido hayas entregado a Tu Hijo Jesús para darme el regalo de la Vida Eterna. haciéndome Tu Hijo(a). Gracias, Señor Jesús, por tanto y tan gran Amor. Soy Tu Hijo(a). Soy Nacido(a) de Nuevo, y no de simiente corruptible sino de incorruptible por Tu Palabra que vive y permanece para siempre. Tengo esta Vida Eterna para amarte a Ti y para amar a mis semejantes como a mí mismo(a). Resisto y echo fuera de mi vida al espíritu de temor, pues no me has dado, oh Dios, espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que he recibido el espíritu de adopción y, hoy, te digo Abba, Padre. ¡Soy sano(a)! ¡Soy libre! ¡Soy próspero(a)! ¡Soy dichoso(a), pues voy a vivir por toda la Eternidad en la Plenitud del Amor, y del gozo, y de la paz que ahora tengo! Sin importar cuál es mi situación en este momento, yo, _______ (tu nombre aquí), ¡soy luz en medio de las tinieblas! Y de todo problema, enfermedad o aflicción saldré más que vencedor(a), por medio de Aquel que me amó, Cristo Jesús. En el nombre de Jesús. Amén.

 Nota Importante:

¿Cómo me hago Hijo de Dios? ¿Cómo establezco una relación con el Todopoderoso?

Sólo haz la siguiente oración en voz audible poniendo toda tu atención y corazón a lo que le estás diciendo a Dios:

Señor Jesús, yo creo que eres el Hijo de Dios. Que viniste a este mundo de la virgen María para pagar todos mis pecados, y yo he sido un(a) pecador(a). Por eso, te digo el día de hoy que sí acepto. ¡Sí acepto tu sacrificio en la cruz! ¡Sí acepto Tu Sangre preciosa derramada hasta la última gota por Amor a mí! Te abro mi corazón y te invito a entrar porque quiero, Señor Jesús, que desde hoy y para siempre Tú seas mi único y suficiente Salvador, mi Dios, mi Rey y mi Señor. Gracias, Dios Poderoso, pues con esta simple oración y profesión de fe he pasado de muerte a Vida, he sido trasladado(a) de las tinieblas a Tu Luz admirable. ¡Hoy he Nacido de Nuevo! ¡Dios, ahora yo Soy Tu Hijo(a)! ¡Ahora Tú eres mi Padre! ¡Nunca más estaré solo(a)! Nunca más viviré derrotado(a). En el nombre de Jesús. Amén.

*Ricardo C. Peredo Jaime   © 2012

 


Lectura y Meditación de la Palabra de Dios

Haz estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.

Diciembre 13                                Fil 1.12-30   /  Ez 19  /  Isa 48

 



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