viernes, 28 de septiembre de 2012

¿Quién podrá ayudarte hoy?

 
Viernes 28 de Septiembre de 2012.
¡La Palabra de Dios te ayuda!
Por Riqui Ricón*
Profetizaron Hageo y Zacarías hijo de Iddo, ambos profetas, a los judíos que estaban en Judá y en Jerusalén en el nombre del Dios de Israel quien estaba sobre ellos.  Entonces se levantaron Zorobabel hijo de Salatiel y Jesúa hijo de Josadac, y comenzaron a reedificar la casa de Dios que estaba en Jerusalén; y con ellos los profetas de Dios que les ayudaban (Es 5.1-2).
Esos fueron días muy difíciles para el pueblo de Israel: después de 70 años de haber sido destruido el templo y la ciudad de Jerusalén por causa de sus pecados e incredulidad, ellos seguían cautivos y llenos de temor. A pesar de tener la orden y el propósito de reedificar el templo, y con ello sus vidas; las circunstancias y los enemigos los habían amedrentado a tal grado que estaban inmovilizados. Estando en esta condición Dios envía Su Palabra y les fortalece animándolos a que pongan manos a la obra. Curiosamente, fueron los profetas quienes les ayudaban, con la Palabra de Dios.
Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios (Ro 10.17).
Y les dijo: ¿No sabéis esta parábola? ¿Cómo, pues, entenderéis todas las parábolas? El sembrador es el que siembra la palabra (Mar 4.13-14).
Esta es, pues, la parábola: La semilla es la palabra de Dios (Luc 8.11).
Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe (1 Jn 5.4).
Estimado(a) amigo(a), si el día de hoy estás enfrentando cualquier tipo de problema: enfermedad, deudas, pobreza, soledad, conflictos familiares, divorcio, trabajo, miedo, depresión, etc., aquí tienes el consejo más práctico y exitoso para salir victorioso(a) de todas esas circunstancias: lee, estudia y medita la Biblia, que es la Palabra de Dios.
Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien (Jos 1.8).
Pon la Palabra de Dios en tu mente, boca y corazón. Esto producirá la fe que tu corazón necesita, quitando la duda, el temor y el desánimo que pretenden paralizarte. Haciendo esto, te darás cuenta que, en Verdad, TODO lo puedes en Cristo que te fortalece y que en TODA circunstancia saldrás más que vencedor(a) por medio de Aquel que te amó, Cristo Jesús.
Así pues, la fe nace al oír el mensaje, y el mensaje viene de la palabra de Cristo (Rom 10.17 DHH).
La Biblia produce fe y recuerda que la fe es la victoria con que vences al mundo y sus problemas.
Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios,  de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía (He 11.3),
La Palabra de Dios es la semilla que alberga y protege al embrión de la fe, que es la fuerza más poderosa del universo y el Padre la puso a tu entera disposición.
Cuando el día comenzó a refrescar,  oyeron el *hombre y la mujer que Dios andaba recorriendo el jardín;  entonces corrieron a esconderse entre los árboles,  para que Dios no los viera. Pero Dios el Señor llamó al hombre y le dijo:   ¿Dónde estás?  El hombre contestó:   Escuché que andabas por el jardín,  y tuve miedo porque estoy desnudo.  Por eso me escondí (Gen 3.8-10).
El miedo y el temor también son una fuerza espiritual, es la fe corrompida por la incredulidad a la Palabra de Dios que Satanás sembró en Adán y Eva en el huerto del Edén. Desde entonces, el diablo utiliza, con gran éxito, la duda y el temor  para mantener cautivos a los que ignoran la Palabra de Dios y viven cautivos a la incredulidad.
Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos;  y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres (Jn 8.31-32).
Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio (2 Ti 1.7).
Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios (Ro 8.15-16).
Recuerda que por la Sangre de Jesús tú has sido hecho(a) un(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo y, por eso, ya has vencido.
Hijitos, vosotros sois de Dios, y los habéis vencido; porque mayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo (1 Jn 4.4).
Al igual que los israelitas del tiempo de Esdras, tú puedes poner manos a la obra, pues la fe sin obras es muerta. Sabrás que estás actuando con fe cuando cambies tu forma de hablar respecto al problema o situación. Siempre, la primer obra de tu fe será cambiar tu forma de pensar y de hablar respecto a las circunstancias, pues esto (cambiar tu forma de hablar), refleja, más que nada, que estás creyéndole a Dios, creyendo Su Palabra.
La fe es la certeza que lo que Dios dijo, Él lo hará; es la convicción que lo que Dios habló, Él lo ejecutará.
Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve (He 11.1).
Por todo esto, pon mucha atención a lo que piensas y hablas, pues si lo que piensas y hablas está lleno de duda e incredulidad tu fe está siendo anulada y estás en riesgo de ser paralizado(a) por el espíritu de temor.
Así que, cobra ánimo, levántate y comienza a declarar en voz audible lo que Dios, en Su Palabra, la Biblia, dice acerca de ti.
Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza (Efe 10.6).
Y, ¿cuál será el poder de la fuerza de Dios? ¿Sus músculos? ¿Sus ángeles? O, ¡Su Palabra!
Oremos en voz audible:
Amado Padre celestial, en este día estoy delante de Tu Presencia para declarar que estoy lleno(a) de fe. Sé que me amas tanto que preferiste entregar a Tu Hijo, Jesús, antes que perderme a mí. Soy tu especial tesoro y aunque mi padre y mi madre me hayan dejado, con todo Tú me has recogido. ¡Soy amado(a) de Dios! Me determino hoy a seguir creyendo Tu Palabra, la Biblia. Señor Jesús, yo soy quien Tú dices que soy: más que vencedor(a), quien todo lo puede. Resisto al espíritu de desánimo e incredulidad que quiere sembrar en mí, su miedo. Soy sano(a) y soy libre, pues la ley del espíritu de vida en Cristo Jesús me ha hecho libre de la ley del pecado y de la muerte. Jesús, Tú me redimiste de la maldición al hacerte maldito por mí y ahora vivo y camino en Tu bendición. Gracias, muchas gracias. Tú, Espíritu Santo vives en mí y conmigo. Tengo Tu Palabra que me ayuda. Tengo Tu unción. Tengo Tu fe. Tengo Tu Amor. ¡No hay forma en que pueda perder! En el nombre de Jesús. Amén.
*Ricardo C. Peredo Jaime   © 2011
 

Lectura y Meditación de la Palabra de Dios
Haz estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.
Septiembre 28                        2 Jn   /  Es 5-6  /  Sal 93
 


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