miércoles, 5 de septiembre de 2012

¡Qué significa Vida Eterna!

 
Miércoles 5 de Septiembre de 2012.
¡No morirás jamás!
Por Riqui Ricón*
--Yo soy la resurrección y la vida.  El que cree en mí vivirá,  aunque muera; y todo el que vive y cree en mí no morirá jamás.  ¿Crees esto?  --Sí,  Señor;  yo creo que tú eres el Cristo,  el Hijo de Dios,  el que había de venir al mundo (Jn 11. 25-27 NVI).
Que hermoso es saber que Dios te ama tanto que prefirió entregar a Su propio Hijo, para pagar todos tus pecados, antes que perderte a ti.
Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él (Jn 3.16-17).
La clave del Evangelio, las Buenas Nuevas, estriba en tener la certeza que la Voluntad de Dios para contigo siempre ha sido buena, agradable y perfecta. Desde antes que el tiempo existiera Él ya te amaba y siempre ha sido su deseo tenerte a Su lado. Él diseñó y creó el universo para compartirlo contigo, por lo que, Su propósito al llamarte a la existencia es obviamente, ¡comunión!
Tú fuiste creado para disfrutar de la compañía de Dios y también para que Él disfrute de ti. Así que, por ese propósito y ese Amor que Dios siente por ti, Él resolvió el asunto del pecado, y de la muerte que éste produce, regalándote la Vida Eterna de Su propio Hijo mediante la justicia que es en Cristo Jesús.
Mas ahora, libres del dominio del pecado y hechos esclavos al servicio de Dios, obtenéis el beneficio de la santidad y la vida eterna; porque, como sabéis, la paga del pecado es muerte, pero el regalo de Dios es la vida eterna que nos ofrece en Cristo Jesús Señor nuestro (Ro 6.22-23 CST).
¿Te das cuenta? ¡Se trata de la Vida Eterna del Hijo de Dios! Y sólo el Señor Jesús te la puede dar.
Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar. Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre (Jn 10.17-18).
Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano (Jn 10.27-28).
El ladrón sólo viene a robar, matar y destruir; pero yo he venido para darles vida, una vida rica y permanente (Jn 10.10 CST).
Ahora bien, lo realmente sombroso del Evangelio es que todo esto se compró para ti y está a tu disposición por medio de la fe. Y esto no es otra cosa más que  creer la Palabra de Dios. Creer que Dios no miente y que es Verdad todo lo que Él dice.
Ahora pues, a quienes pertenecemos a Cristo Jesús no nos espera ya ninguna condenación, porque la ley del poderoso Espíritu de vida que recibimos por medio de la fe en Cristo Jesús, nos libera de la ley del pecado y de la muerte (Ro 8.1-2).
Esto es tan cierto que Jesús, el Hijo de Dios, el Señor y Salvador de toda la humanidad, afirmó categóricamente, Yo soy la resurrección y la vida.  El que cree en mí vivirá,  aunque muera; y todo el que vive y cree en mí no morirá jamás.
¡La Vida Eterna te ha sido concedida!
Todo el que cree que Jesús es el Cristo,  ha nacido de Dios (1 Jn 5.1a NVI).
¡Por tu fe has nacido de Dios!
Pues ustedes han nacido de nuevo,  no de simiente perecedera,  sino de simiente imperecedera,  mediante la palabra de Dios que vive y permanece (1 P 1.23 NVI).
¡Por tu fe, ahora eres un(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo, hecho(a) Eterno por la Palabra de Dios!
También, en otro lugar, dice la Escritura: "Yo pondré en Dios mi confianza". Y una vez más: "Aquí estoy, con los hijos que Dios me ha dado". Puesto que nosotros, hijos de Dios, somos seres de carne y hueso, también de carne y hueso nació Cristo Jesús; porque solamente siendo de naturaleza igual a la nuestra podía morir, para destruir con su propia muerte al que tenía el imperio de la muerte, es decir, al diablo. Y solo así podía liberar a quienes, por temor a la muerte, estaban sometidos a esclavitud a lo largo de toda su vida (He 2.13-15 CST).
¡El pecado y la muerte han sido vencidos por Cristo Jesús!
Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro (Ro 8.37-39).
Sin importar a que problema, circunstancia o enfermedad te estés enfrentando el día de hoy, ¡Ahora tú eres más que vencedor(a) por medio de Aquel que te amó, Cristo Jesús!
Oremos en voz audible:
Amado Padre celestial, te doy gracias por amarme desde antes de la fundación del mundo. Gracias por haber procurado para mí un camino de salvación, un camino vivo y perfecto mediante la muerte y resurrección de Tu Hijo, Jesús. Jesucristo, Tú eres mi Rey, Señor y Salvador. Tú me has trasladado de las tinieblas a Tu luz admirable otorgándome Tu propia Vida. Gracias Señor Jesús, por Ti soy Eterno(a). Juntamente contigo, ¡viviré para siempre! ¡Nunca moriré! Padre celestial, yo creo y recibo esta identidad Eterna de Hijo(a) Tuyo(a). ¡Acepto el precio que se pagó por ella! Así que, Si Tú estás por mí, ¿quién contra mí? Si no escatimaste ni a Tu propio Hijo, sino que lo entregaste por Amor a mí, ¿cómo no me darás también con Él todas las cosas? ¿Quién me acusará si soy escogido(a) de Dios? Dios, Tú mismo eres el que me justifica. ¿Quién es el que me condenará? Cristo Jesús, Tú moriste por mí; más aún, Tú, Señor, eres el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercedes por mí. ¿Quién me separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? A todos esos males se refieren las Escrituras diciendo: "Por ser fieles a tu causa nos persiguen a muerte sin descanso; nos tratan como a ovejas destinadas al matadero".Por causa de ti somos muertos todo el tiempo; Antes, en todas estas cosas yo, ___________ (tu nombre aquí), soy más que vencedor(a) por medio de aquel que me amó. Por lo cual estoy seguro(a) de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada me podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor mío. Así que, ¡Abba! ¡Padre! Yo soy Tuyo(a), y en Cristo Jesús ya he vencido, pues mayor eres Tú, Espíritu Santo, que vives en mí y conmigo, que el que está en el mundo. Padre, ¡Todas y cada una de Tus Promesas son en mí, sí y amén! Me someto a Ti, mi Dios y Padre, me someto a Tu Palabra, resisto a Satanás y éste tiene que huir de mi vida. No recibo ni la duda, ni el temor, ni la enfermedad, ni la pobreza, ni la angustia, ni la depresión. ¡Soy sano(a)! ¡Soy libre! ¡Soy próspero(a)! ¡Soy dichoso(a)! En el nombre de Jesús. Amén.
*Ricardo C. Peredo Jaime   © 2011
 

Lectura y Meditación de la Palabra de Dios
Haz estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.
Septiembre 5                          Jn 11.1-27  /  2 Cr 10-11  /  Sal 75
 


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